El mismo día que Néstor Kirchner le anunció que lideraba la lista de candidatos para acompañar a Cristina Fernández en la fórmula presidencial, Julio Cobos padeció el primer desplante pingüino. Fue durante unas minivacaciones en Manhattan, en septiembre de 2006, donde acompañó al matrimonio a la Asamblea Anual de la ONU. El ministro de Planificación, Julio De Vido, lo dejó plantado en la puerta del hotel Four Seasons de la calle 57 Este. Debían ir juntos, en la misma camioneta, a una reunión con empresarios petroleros. Pero el entonces gobernador de Mendoza quedó solo y a pie. Debió ir corriendo hasta el Waldorf Astoria Hotel para arribar a tiempo. Llegó transpirado y sediento a la cita más importante de su viaje. No podía saber que, dos años más tarde, lo único que quedaría del vínculo con el kirchnerismo era la gimnasia del desaire.
Ayer, Cobos no quiso responder al último ataque matrimonial. “Todas las mañanas Cristina me dice: ‘¡Qué vicepresidente me pusiste!’”, había gritado Néstor Kirchner desde una tribuna gremial, en Necochea. La frase ya se le había dicho el día anterior y en privado a un grupo de intendentes mendocinos. “No va a responder, ni tampoco hizo comentarios en privado”, se atrevió a decir un colaborador del vicepresidente. Cobos no vio en vivo el acto donde el ex jefe de Estado explicitó sus rencores. Se lo contaron. Según relató su vocero, en ese momento estaba atendiendo cuestiones administrativas de la Cámara alta junto a su secretario, Jorge Tieppo. “Nos dijo que está acostumbrado a los ataques”, agregó.
El que sí reaccionó fue el alfil de Cobos en Buenos Aires, el intendente de Junín, Mario Meoni. El funcionario propuso que se realice una consulta popular “para que la gente opine si debe seguir o no. Si decide que sí, lo dejan de molestar; si deciden que no, renuncia y listo”.
Dicen que no fue por los golpes, pero ayer el vicepresidente en ejercicio de la Presidencia cambió de agenda. Después de un hiperactivo jueves desde su despacho de la Casa Rosada, Cobos se tomó el viernes con el mismo espíritu con que enfrentó el embate de Kirchner: “Con calma”, definió uno de sus colaboradores. Cuando terminó con la burocracia del despacho, el vicepresidente hizo uno de los dos gestos políticos del día: distribuyó un comunicado respondiendo a un pedido que había hecho el diputado de PRO, Federico Pinedo, para que vete la eliminación de las AFJP. “Más allá de la opinión que conservo respecto de la ley votada por la mayoría de los señores diputados y senadores de la Nación, la misma expresa la legítima voluntad de nuestros representantes”, se excusó y agregó: “Considero inoportuno arbitrar, en ausencia de la señora Presidenta de la Nación, cualquier medida que deslegitime una atribución propia de su investidura o afecte el respeto institucional que todos debemos preservar”.
El segundo acto político del día fue reunirse con el secretario de Asuntos Políticos de la Organización de Estados Americanos (OEA), el ex canciller radical Dante Caputo. Es la segunda vez que se ven en los últimos dos meses. El nombre de Caputo suena en algunos despachos radicales como posible representante del cobismo en las listas de la UCR de candidatos al Congreso en 2009.
Almorzó liviano: sólo verduras. Y a la hora de la siesta repitió su rutina fitness en el piso 23 del Hotel Panamericano: corrió 40 minutos en la cinta en la “sala de oxigenación”, hizo unas series de pesas y aparatos en la “sala de musculación” y dormitó media hora en el área de relax.
Decidió no volver a su despacho. El domingo llega la Presidenta y termina su interinato. Pasará el fin de semana con su esposa en la residencia de Ezeiza. E intentará no llamar la atención. (Fuente: critica de la Argentina).

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