
Los homenajes a San Martín sucedieron casi en simultáneo. En el acto oficialista, se impuso el protocolo y la sobriedad. En el de Yapeyú, campeó el tono opositor del intendente radical local, Gustavo Gaya, y del gobernador Arturo Colombi, ex radical K, hoy cobista.
Con puntualidad marcial, Garré llegó a la arbolada sede de Palermo antes de las 11 de la mañana. La acompañó toda la jefatura del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, incluido el nuevo jefe del Ejército, Luis Pozzi. Se cumplió con rigurosidad el rito militar: se cantó el Himno; se recordó al sargento Cabral –“¡soldado heroico!”, le dedicaron los 200 granaderos al unísono– y no faltó la invocación católica del capellán del Ejército.
La ministra de Defensa ofrendó flores al busto del prócer en su nombre y en el de la Presidenta de la Nación. Los granaderos desfilaron con las réplicas del sable y la bandera de San Martín. Cuando pasaban, un hombre viejo, vestido de civil pero con porte militar, apareció de golpe y gritó: “¡Qué vivan los granaderos heroicos de Yapeyú, carajo!”, en el único episodio de desobediencia ante tanta formalidad.
Después de justificar la decisión de retirar a los granaderos de Yapeyú, la ministra incursionó en una descripción optimista de la situación política del país y del mundo. “Ustedes, granaderos, saben”, prologó ante la mirada de los 200 militares de poco más de 20 años, y explicó que “entre la caída del Muro de Berlín, hace menos de 20 años y, ahora, la caída del otro muro, el de la codicia y la desregulación irresponsables de Wall Street, se abre un horizonte de posibilidades para los ideales de independencia, desarrollo y justicia”.
En alusión a la obra de San Martín, Garré analizó que “patria grande o patria chica era entonces, como ahora, el dilema político y militar” y remató diciendo que no sabía “si una oportunidad como ésta se repetirá en el orden mundial”. Sus palabras sonaron como una arenga frente a los soldados que, vestidos de azul, rojo y blanco, se lucieron en la coreografía militar y con el bombo, la trompeta, la tuba y demás instrumentos de viento.
Casi en simultáneo, en Yapeyú, en el templete que alberga la casa donde nació el prócer hace 231 años, Cobos se enorgulleció de su origen mendocino: “Fue mi tierra la que tuvo el honor de cobijarlo como gobernador”, recordó. El vice consiguió rescatar la figura de San Martín en clave anti-K cuando propuso “recuperar su legado de construcción de metas colectivas, convicciones republicanas y utopías olvidadas”.
Los 22 granaderos, que desde 1990 se mantienen firmes en la sede de Yapeyú, se perdieron la alocución de Cobos. Un grupo de niños vestidos de granaderos los reemplazaron. Entre el público, pudieron verse carteles que rezaban: “Viva San Martín, los muertos son los K”. También hubo apoyos al radical: “Cristina: Cobos es el vicepresidente, no tu empleado”.
El gobernador Ricardo Colombi, anti-K desde 2008 y cercano al vicepresidente –tanto que puso a su disposición un avión de la gobernación para el mendocino–, también actualizó la figura del General. “Hoy necesitamos asumir su ejemplo porque estamos heridos de pequeñez y de mezquindad”, consideró, en un mensaje directo a la Casa Rosada.
Antes y después del homenaje, Cobos repudió más explícitamente la importación de granaderos de Yapeyú a Palermo. “Es una falta de consideración hacia su figura”, denunció el vice y reclamó que la custodia “sea restituida pronto”. Gaya, intendente de Yapeyú, se preguntó si “era necesario llegar al extremo de este agravio a nuestro héroe”.
Desde el kirchnerismo correntino, el senador y candidato a gobernador, Fabián Ríos, suavizó la decisión porque, dijo, “yo no lo hubiera hecho, pero es un dato secundario”. A esa altura, no quedaban dudas de que la interna en el Gobierno había llegado hasta los años en los que a nadie se le ocurría hablar siquiera de la República Argentina. (Fuente: Diario critica de la Argentina).