Hay rodando por el mundo, entre tantos consejos, recomendaciones y comentarios, una famosa lista que recomienda y enumera, los 50 mejores espectáculos deportivos que una persona debería visitar, al menos 1 vez, antes de morir.
Las 50 recomendaciones son variadas: presenciar un partido en el Court central de Wimbledon, presenciar el GP de Mónaco de F1, ver una final olímpica de 100 metros, ver una pelea de Box en el Madison Square Garden, etc.
Y dentro de esta lista, en un lugar de privilegio, encontramos la recomendación de ver un súper clásico entre Boca y River, principalmente en la Bombonera (por su construcción encajonada que permite una mejor vivencia del evento).
Según se comenta, hay muchos clásicos importantes dentro del mundo del fútbol en España, Italia, Inglaterra y Alemania, entre otros, pero parece ser, que el argentino, motiva curiosidad en el mundo, por la pasión, el color y el folklore que rodea al evento.
Esta nueva edición del viejo duelo futbolístico argentino, estuvo a la altura de lo esperado, en todo lo que hace al despliegue, la asistencia de público, el color y la fiesta, pero estuvo un poco en deuda con el fútbol.
El partido fue mediocre, con mucha disputa por el balón (extrañamente con pocas fricciones) y con pocas situaciones de gol durante todo el partido. Los goles, fueron aportados por los jugadores más experimentados de cada equipo: Palermo abrió la cuenta a los 13 minutos del segundo tiempo con un fuerte disparo de media distancia y 9 minutos después, lo empató Gallardo, con una precisa ejecución de un tiro libre generado por una jugada de Buonanotte.
Evaluando la totalidad del partido, quizás Boca fue levemente superior y estuvo un poco más organizado en el ataque, pero el que desperdició la oportunidad de desnivelar fue River, cuando falcao desperdició una clarísima jugada en una distracción defensiva de Boca a pocos minutos del final.
Un empate que no colmó a nadie de placer, pero tampoco sometió a ninguno a sufrimientos. Todo sigue igual para ambos equipos, y lo que también permanece intacto, es la magia del evento, que cada día sigue ganando brillo.