Hernán Rodolfo De Carli es cholulo, ostentoso y fanfarrón. Se jacta de vivir como un magnate y agradece: “La vida me dio todo el lujo que soñé y más también”. No lo dicen sus amigos, los de antes y los de ahora –aunque en líneas generales comparten la descripción–: el perfil surge de las frases y fotos que el propio De Carli subió a su página de Facebook. En realidad, surgía, porque apenas supo que la Justicia allanó su mansión de General Rodríguez, en el marco de la investigación sobre tráfico de efedrina y sus posibles conexiones con el triple crimen, el prófugo de la causa borró todas sus huellas en internet. Pero el diario Crítica de la Argentina pudo acceder a parte de ese material gráfico y lo publicó en exclusiva. El joven, que en su pueblo del conurbano bonaerense es recordado como un típico exponente de la clase media-media, se exhibe en Miami manejando una Ferrari roja, un Porsche o un Rolls Royce, montando las motos más caras, timoneando yates, fotografiándose con stars como Shakira, Susana Giménez o Paz Vega, y hasta en perfil fiestero de eventos Playboy. Su chalet norteamericano de dos pisos está valuado en cinco millones de dólares.
De Carli, quien aseguró que hoy se presentará a declarar tras la orden de captura que libró el juez Federico Faggionatto Márquez, vive algunos meses del año en la casona Los Troncos, de General Rodríguez, donde el miércoles la policía detuvo a seis personas y secuestró diez armas. Su tío, fabricante de zapatos, siempre llamó la atención del barrio por su alto poder adquisitivo. Pero a Hernán, de 38 años, los vecinos no lo recuerdan como un hombre de dinero. En su entorno aseguran que “es un pibe de General Rodríguez de toda la vida” y aclaran que ahora, por “cuestiones empresariales”, su tiempo se divide en ambos domicilios. Desde 1998, reside la mayor parte del año en su casa de los Estados Unidos, sobre la costa de la isla Bay Harbour. La compró en tres millones de dólares aunque, hoy, departamentos similares están valuados en cinco millones.
Quienes lo conocen bien lo describen como un “simpático fanfarrón”, que cursó sus estudios en el barrio porteño de Palermo, terminó la escuela secundaria en una nocturna media, y hoy desfila bien vestido –se jacta de portar ropa “de marca”– por la noche de Miami y se ocupa de ser fotografiado.
Su hermano Guillermo contó al diario La Nación que la casona de Rodríguez es de su madre, Norma Zungri, quien, en 1973, heredó un modesto chalet en ese terreno. Los vecinos de la zona coinciden en señalar que los De Carli empezaron a hacer alarde de una abultada cuenta bancaria hace seis años, cuando remodelaron la casa, la rodearon de un muro del estilo de la quinta presidencial, y colocaron doce cámaras, de las cuales sólo siete son reales. Es que en 2002 Hernán y Marcelo –el otro hermano, que vive en Madrid–, preocupados por la seguridad de su familia después de varios robos, invirtieron dinero para construir lo que en el barrio llaman “el fuerte”. Rodolfo, el jefe de la familia, se obsesionó con la protección: “Le faltaba andar vestido de guerrillero y rodeado de alarmas”, dice un comerciante del centro. También fueron ellos quienes se encargaron de que hubiera una calle de tierra, donde antes había campo, para facilitar el acceso a la mansión. Pero el gesto no alcanzó para ganarse la simpatía del barrio. El dueño de una de las casas contiguas, describe a Hernán: “Es de los que te pasan la billetera por la cara: un pedante”, y sugiere que el hasta ahora prófugo se enriqueció gracias a la entrada ilegal de productos conocida como la “aduana paralela”, causa por la que permaneció una noche preso.
Gustavo Hechem, abogado que De Carli contrató apenas se enteró de su situación judicial, deslizó ante Crítica de la Argentina que su defendido “tiene negocios de todo tipo”: se dedica a comercializar insumos para computadoras desde China a Europa y Sudamérica y hasta hace unos meses se desempeñaba en la venta de vigas de hierro. En los Estados Unidos figura como titular de la compañía de artículos informáticos High Business Corporation, aunque afirma que desde el año pasado no le va bien en sus negocios. En la Argentina aparece registrado en la AFIP como accionista de la firma de logística Dmasd Group, en la que adeuda más de cinco mil pesos. Uno de sus primeros trabajos lo consiguió en una empresa dedicada a carteles callejeros y su padre es dueño de Dos Tiempos, un local que vende y arregla cortadoras de césped y motosierras.
En el operativo de General Rodríguez se secuestró una camioneta Dodge RAM negra con una chapa del escuadrón SWAT, con la que se la veía circular a De Carli. La policía encontró armas y municiones de guerra. En declaraciones frente al juzgado de Zárate-Campana, Hechem precisó que el arsenal pertenece a los miembros de la familia de su defendido. El padre, la madre y el hermano de De Carli fueron liberados, pero no pueden volver a su domicilio y circulan por las casas de sus parientes. Aunque dice no conocer a ninguno de los tres empresarios asesinados, en septiembre estuvo en Clorinda (Formosa), al mismo tiempo y en el mismo hotel en que estaban alojados los narcos que luego fueron detenidos en Paraguay junto a Jesús Martínez Espinoza, sindicado como uno de los cabecillas mexicanos. (Fuente: Diario Critica de la Argentina).

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