Por Martín Caparrós.
Me gusta que la Presidenta explique en su reunión de jefes de Estado que el Mercado solito no puede arreglar todo y que el Estado también debe intervenir. Ya lo decíamos cuando ella y su marido gobernaban menemistas y vendían el petróleo nacional, pero me alegra que ahora se haya dado cuenta o, por lo menos, que lo diga. Me gustaría más, claro, si usara menos dinero de Su Estado para pagarle al FMI, al Club de París y a los ahorristas italianos, y un poco más para que en la Argentina funcionen escuelas y hospitales, pero ya me explicaron intelectuales varios que este gobierno es el mejor de los peores y que esto es lo que hay y que lo disfrutemos.
Así que nada, un placer escucharla dar lecciones en la ONU y, de últimas, si quiere joder a millones de argentinos, su derecho: los argentinos son grandes y supongo que saben defenderse. En cambio lo que no puedo soportar es que se meta con el jazz.
¿Qué es ese invento del “efecto jazz”, señora mandataria, para bautizar la crisis de la economía más central y dominante del planeta? No subrayemos que ahora usted dice que la crisis de Wall Street “se expande desde el centro hacia el resto del mundo” cuando, hace unos días, todavía entre nosotros, decía que esa crisis no nos iba a tocar.
Son contradicciones menores, las habituales, del estilo a los bonistas no les vamos a pagar nunca –hasta hace unas semanas–, y ahora les pagamos. El tema no es ése; son detalles sin importancia. Pero, en cambio, el jazz: con el jazz no se meta, su excelencia.
¿Usted sabe, señora mandataria, qué es el jazz? ¿Usted tiene por ventura alguna idea sobre la música más negra de un país donde los negros que la inventaron no podían subirse al colectivo o comer en los restoranes o estudiar en las escuelas de los blancos? ¿Usted sabe que estuvo prohibida en cantidad de lugares, perseguida en cantidad de lugares, hasta que empezó a ser aceptada y que, de todos modos, siguió siendo un arte marginal? ¿Usted sabe que nunca fue un buen negocio, que subsiste por pura tozudez de sus cultores? ¿Usted sabe que muchos de sus grandes fueron pobres, drogones, izquierdistas? ¿Que muchos de sus mejores tuvieron que dejar su país para seguir viviendo de su música? ¿Usted se da cuenta de la injusticia que ha cometido al asociar esa música de ex esclavos con lo más despiadado del sistema capitalista americano? ¿Usted no cree que las palabras significan y que uno debe saber qué está diciendo? ¿Usted sigue creyendo, muy señora mía, que puede decir cualquier verdura? Sí, claro, está visto que puede: cite a Marx al revés, báñese en la laguna equivocada, insista en que redistribuye, dibuje, invente, siga usando la lógica del redactor publicitario –una fórmula vale más que media idea–, pero no se meta con el jazz. Sí, le puede parecer una tontería. Y es una tontería. Su función no le asegura el monopolio: a mí también me gusta, cuando puedo, decir tonterías.
PD: así que, ya que estamos, podríamos hacer un casting de nombres para la crisis financiera americana. Ofrezco un par para empezar: efecto marine –por su fuerza de choque planetaria–, efecto hamburguesa –porque nos hicieron carne picada y les cayó espantoso–, efecto cocacola –porque nos vendieron pura burbuja–. Son horribles. Si alguien quiere mandar alguno bueno, Criticadigital los espera bañadita. (Fuente: Diario Critica de la Argentina).
Así que nada, un placer escucharla dar lecciones en la ONU y, de últimas, si quiere joder a millones de argentinos, su derecho: los argentinos son grandes y supongo que saben defenderse. En cambio lo que no puedo soportar es que se meta con el jazz.
¿Qué es ese invento del “efecto jazz”, señora mandataria, para bautizar la crisis de la economía más central y dominante del planeta? No subrayemos que ahora usted dice que la crisis de Wall Street “se expande desde el centro hacia el resto del mundo” cuando, hace unos días, todavía entre nosotros, decía que esa crisis no nos iba a tocar.
Son contradicciones menores, las habituales, del estilo a los bonistas no les vamos a pagar nunca –hasta hace unas semanas–, y ahora les pagamos. El tema no es ése; son detalles sin importancia. Pero, en cambio, el jazz: con el jazz no se meta, su excelencia.
¿Usted sabe, señora mandataria, qué es el jazz? ¿Usted tiene por ventura alguna idea sobre la música más negra de un país donde los negros que la inventaron no podían subirse al colectivo o comer en los restoranes o estudiar en las escuelas de los blancos? ¿Usted sabe que estuvo prohibida en cantidad de lugares, perseguida en cantidad de lugares, hasta que empezó a ser aceptada y que, de todos modos, siguió siendo un arte marginal? ¿Usted sabe que nunca fue un buen negocio, que subsiste por pura tozudez de sus cultores? ¿Usted sabe que muchos de sus grandes fueron pobres, drogones, izquierdistas? ¿Que muchos de sus mejores tuvieron que dejar su país para seguir viviendo de su música? ¿Usted se da cuenta de la injusticia que ha cometido al asociar esa música de ex esclavos con lo más despiadado del sistema capitalista americano? ¿Usted no cree que las palabras significan y que uno debe saber qué está diciendo? ¿Usted sigue creyendo, muy señora mía, que puede decir cualquier verdura? Sí, claro, está visto que puede: cite a Marx al revés, báñese en la laguna equivocada, insista en que redistribuye, dibuje, invente, siga usando la lógica del redactor publicitario –una fórmula vale más que media idea–, pero no se meta con el jazz. Sí, le puede parecer una tontería. Y es una tontería. Su función no le asegura el monopolio: a mí también me gusta, cuando puedo, decir tonterías.
PD: así que, ya que estamos, podríamos hacer un casting de nombres para la crisis financiera americana. Ofrezco un par para empezar: efecto marine –por su fuerza de choque planetaria–, efecto hamburguesa –porque nos hicieron carne picada y les cayó espantoso–, efecto cocacola –porque nos vendieron pura burbuja–. Son horribles. Si alguien quiere mandar alguno bueno, Criticadigital los espera bañadita. (Fuente: Diario Critica de la Argentina).
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